Se trata de un edificio en esquina con el acceso desde el chaflán, proyectado en 1912 por el arquitecto Pedro Guimón.
Posteriormente, hacia mediados de siglo, se llevó a cabo una reforma iniciada por Ricardo Bastida y concluida, tras su fallecimiento, por Hurtado de Saracho.
De clara inspitación clásica, con elementos barrocos, se remata superiormente con un templete dedicado al Dios Mercurio. En las Fachadas a Gran Via y Alameda Mazarredo, una series de columnas de orden gigante con capiteles corintios dominan su composición.
Posteriormente a él se instalaron otros bancos en la Gran Via y Plaza de España, entre los cuales, y en última instancia, el Banco Vizcaya, con su rascacielos de 20 plantas y sus volúmenes de vidrio dio al traste con todos los módulos urbanisticos del Ensanche bilbaino del siglo XIX.
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